Dólar digital, la apuesta de la FED para retener la hegemonía

Aunque las monedas fiat siguen siendo las indiscutibles protagonistas del grueso de las transacciones comerciales o de las reservas de valor de las clases medias, también es innegable que los bancos centrales empiezan a sentir si no inquietud, sí la necesidad de desarrollar sus propias divisas digitales -que no se deben confundir con criptomonedas gubernamentales-, la más esperada de las cuales es el dólar digital, el avatar digital de su contraparte física, pero también mucho más.

Yuán, euro y dólar; la carrera por conseguir la primacía digital

Las monedas fiat tradicionales se utilizan en todo el mundo para múltiples usos; ahorro, pago de los productos y servicios supuestamente necesarios para sobrevivir en el mundo moderno, especulación en una plataforma de comercio de Forex e incluso compra de criptomonedas, las grandes aspirantes a competidoras del dinero fiduciario, pero, teniendo en cuenta que el dinero nació hace unos dos mil setecientos años, y que sus últimos grandes avances fueron la aparición del papel moneda y luego la creación del dinero de plástico, ya iba siendo hora de una evolución, aunque no todo sean ventajas.

El país que tomó la delantera en cuanto a la creación de su propia moneda digital fue China, que con el yuán digital dio la campanada de inicio de una nueva era en la cual los bancos comerciales podrían llegar a perder una parte importante de su razón de ser actual, que además de prestar el dinero que tienen en depósito para generar beneficios con los intereses, es la de servir como intermediarios para mover el dinero creado por los bancos centrales entre estas entidades y los ciudadanos e iniciativas privadas, dado que en teoría las monedas digitales y la masiva implantación de internet incluso en capas de población con un nivel adquisitivo bajo deberían permitir que los ciudadanos tuvieran una cuenta bancaria directamente con el banco central que le corresponda, bancarizando de paso a población potencialmente no interesante para los bancos comerciales.

Y es que según la FED, un dólar digital debería servir no sólo para acelerar los pagos a nivel internacional, sino también para facilitar el acceso de más personas al sistema financiero, al fin y al cabo una moneda es más atractiva según más gente, empresas y países la utilizan, y según algunos analistas el enorme uso de dólares a nivel mundial permite a los EEUU una emisión de moneda gigantesca sin que eso haya supuesto una inflación históricamente alta, lo cual no ocurre en otros países, y que en el caso de que el dólar digital tenga el mismo éxito que su antecesor físico ayudaría al gigante norteamericano a mantener su privilegiada posición.

El dólar digital tendría el mismo valor que su contraparte, pero como ya se ha dicho, sería accesible para todos desde la fuente de creación, al contrario de lo que ocurre con la moneda física, y además reduciría enormemente los costes de creación y difusión del dinero físico. Además, el dólar digital, y el resto de posibles monedas digitales en realidad, podría obligar a replantear el papel de los bancos y otras entidades financieras, ya que si los ciudadanos tienen reflejados sus balances en una cuenta con su banco central, estos perderían una parte importante de su razón de ser, como también se ha dicho.

Y la tercera en discordia, con permiso de la libra digital, en la cual el Banco de Inglaterra ya ha anunciado que está trabajando, es la moneda de la eurozona, que en su versión de euro digital pretende mantener la posición de la Unión Europea como uno de los gigantes económicos mundiales.

Monedas digitales y la pérdida de intimidad

 Sin embargo, y a pesar de las enormes ventajas potenciales, la aparición y extensión de las monedas digitales puede suponer la pérdida definitiva de privacidad del individuo frente al Estado, si ahora cada movimiento de la tarjeta se refleja en la cuenta bancaria, con la moneda digital esa información se enviaría directamente a una autoridad dependiente del gobierno, algo que se acentuará con la previsible y progresiva desaparición del dinero físico, no por una prohibición, sino porque viendo lo ocurrido con el aumento del uso de las tarjetas de crédito o débito podría ser la propia población la que por comodidad renuncie a las monedas y al papel moneda o billetes.

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