La dieta cetogénica es un tipo de alimentación que se basa en restringir los carbohidratos y aumentar el consumo de grasas y proteínas. Su objetivo es inducir al organismo a un estado de cetosis, en el que se queman las grasas como fuente principal de energía. Esta dieta puede tener beneficios para la pérdida de peso, el control de la diabetes y la epilepsia, entre otras condiciones. Sin embargo, también puede tener efectos adversos sobre el hígado y los riñones, que son los órganos encargados de metabolizar y eliminar las sustancias que se generan en la dieta cetogénica.
¿La dieta cetogénica puede causar problemas de hígado o riñón?
La respuesta a esta pregunta no es sencilla, ya que depende de varios factores, como el tipo y la duración de la dieta, el estado de salud previo, la hidratación, la actividad física y el seguimiento médico y nutricional. No obstante, se pueden señalar algunos posibles riesgos que se han observado en estudios científicos y en casos clínicos.
- Problemas de hígado: El hígado es el órgano que se encarga de producir las cetonas, que son las moléculas que se utilizan como combustible en la cetosis. Además, el hígado también tiene que procesar el exceso de grasa y de proteína que se ingiere en la dieta cetogénica. Esto puede provocar una sobrecarga hepática, que se manifiesta con síntomas como dolor, inflamación, ictericia, náuseas, vómitos y alteraciones en las pruebas de función hepática. Algunas de las posibles complicaciones que se pueden derivar de esta situación son el hígado graso, la hepatitis, la cirrosis y el cáncer de hígado. Estos problemas son más frecuentes en personas que ya tienen alguna enfermedad hepática previa, como hepatitis viral, alcohólica o autoinmune, o que consumen medicamentos o sustancias tóxicas para el hígado. Por eso, se recomienda evitar la dieta cetogénica en estos casos, o hacerla bajo estricta supervisión médica.
- Problemas de riñón: Los riñones son los órganos que se encargan de filtrar y eliminar las sustancias de desecho que se generan en el metabolismo, como el amoníaco, el ácido úrico, la urea y las cetonas. En la dieta cetogénica, el aumento del consumo de proteína y la producción de cetonas suponen una mayor carga de trabajo para los riñones, que pueden verse afectados por la deshidratación, la acidosis, la formación de cálculos y la pérdida de masa muscular. Algunas de las posibles complicaciones que se pueden derivar de esta situación son la insuficiencia renal, la infección urinaria, la gota y la osteoporosis. Estos problemas son más frecuentes en personas que ya tienen alguna enfermedad renal previa, como diabetes, hipertensión, infección o cálculos renales, o que consumen medicamentos o sustancias tóxicas para los riñones. Por eso, se recomienda evitar la dieta cetogénica en estos casos, o hacerla bajo estricta supervisión médica.
¿Qué precauciones se deben tomar al hacer la dieta cetogénica?
Para minimizar los riesgos de la dieta cetogénica para el hígado y los riñones, se deben seguir algunas recomendaciones, como:
- Consultar con un médico y un nutricionista antes de iniciar la dieta, y realizar un seguimiento periódico de la salud y el peso.
- Elegir alimentos de calidad, que aporten grasas saludables, proteínas de alto valor biológico y carbohidratos complejos en pequeñas cantidades, evitando los alimentos procesados, fritos, azucarados y refinados.
- Beber suficiente agua y otros líquidos sin azúcar, para mantener una buena hidratación y evitar la formación de cálculos y la acidosis.
- Ajustar la cantidad y el tipo de proteína según las necesidades individuales, evitando el exceso o el déficit, y preferir las fuentes de origen animal y vegetal, como huevos, pescado, carne, lácteos, legumbres, frutos secos y semillas.
- Tomar suplementos de vitaminas y minerales si es necesario, para prevenir las deficiencias nutricionales que pueden afectar al hígado y los riñones, como el calcio, el magnesio, el potasio, el hierro, el zinc y las vitaminas B y C.
- Realizar ejercicio físico moderado y adaptado a las condiciones de cada persona, para mejorar el metabolismo, la circulación, la masa muscular y la salud en general.
- Interrumpir la dieta si se presentan síntomas o signos de problemas hepáticos o renales, como dolor, hinchazón, ictericia, orina oscura, heces pálidas, fatiga, náuseas, vómitos, pérdida de apetito, moretones, sangrados o infecciones, y acudir al médico de inmediato.