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Este rápido desenlace del expediente era previsible desde el momento del crimen, ya que Juan Carlos Romero había sido capturado prácticamente in fraganti -ver más abajo-. En un principio, la estrategia defensiva apuntó a demostrar que el hombre padecía una patología psiquiátrica para alivianar su situación pero las pericias que ordenó el fiscal Carlos Torres fueron contundentes en ese punto y lo complicaron en la investigación.
Femicidio en Maipú
Cerca de las 21.30 del 27 de diciembre pasado una pareja protagonizó una pelea en el interior del domicilio donde vivían, sobre calle Alem al 1053. Juan Carlos Romero, oriundo de Chile pero radicado en Mendoza donde trabajaba como farmacéutico, llamó a una de las hijas del matrimonio para contarle lo ocurrido. La chica llegó hasta el domicilio de sus padres y se encontró con ambos tirados en el suelo con varias manchas de sangre.
Soni Garberoglio ya estaba sin vida tras sufrir un fuerte golpe en el cráneo con una botella de vidrio. En tanto que el presunto agresor fue trasladado al Hospital Central ya que sufrió algunos cortes.
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Tras el hecho de sangre, vecinos y personas del entorno del matrimonio indicaron que no era el primer episodio de violencia de género. Las discusiones en ese domicilio eran frecuentes y hasta el agresor solía seguir los movimientos de su pareja.
Hasta la propia madre de Romero denunció en 2017 que su hijo golpeó a su nuera tras una discusión. La mujer explicó que el sujeto padecía un trastorno personalidad que lo tornaba bastante violento y que como estaba recibido de farmacéutico subestimaba la mediación que le recetaban los psiquiatras y no la tomaba con regularidad. Ese expediente se terminó cayendo porque Garberoglio declaró que «no quiero que le pinten los dedos a Juan. Él ve cosas donde no las hay y confunde la realidad con la imaginación». La mujer decidió no instar la acción penal y esa denuncia, que podría haber evitado el desenlace fatal, quedó en la nada.